domingo, 20 de agosto de 2006

La conciencia nacional

La conciencia nacional, eso que los nacionalistas nombran como “españolismo” o como “nacionalismo español”, no es tan difícil de teorizar como el alma rusa, verdadero enigma en torno al cual han escrito sus mejores novelas, o la “cultura andaluza” para cuya entronación se esgrimen los más grotescos chistes.

La conciencia nacional es una realidad mundial, una actitud palpable en la cabeza y en las actividades de los seres humanos de cualquier nación planetaria. Si prescindimos de los delirios o deseos y nos disponemos a usar sabiamente los sentidos, podemos convenir en la existencia de la ONU, una organización de naciones. También puede observarse y verificarlo, que en la aparición de las naciones modernas, desde Cronwell hasta hoy, pasando por todas las guerras y movimientos sociales, los contendientes nombran a su Nación para expresar y justificar sus acciones.

La libertad e Igualdad de la Revolución Francesa se produce en nombre de la nación: Francia; la Revolución Rusa, se hace para mejorar la Patria, los bolcheviques reivindican su nación, además de entender que su proyecto sólo podía completarse a escala internacional. Y así sucesivamente, tanto, que hoy día la mayor ideología mundial, la más influyente, la dominadora de la conciencia humana, es la nacional. No hay mayor presencia de ideas que ese cuerpo “doctrinario”, que en cualquier otra justificación política, religiosa, cultural, etc. del planeta y así será durante mucho tiempo. ¿Porqué?. Porque los intereses y las fuerzas sociales y políticas, la relaciones internas y externas en y entre las naciones constituidas, no pueden dejar de nombrar una realidad forjada por la vida, un marco de estructuras y organización que los seres humanos han llegado a erigir para cada sociedad limitada geográficamente. Y a esto llamamos civilización, al conjunto de realidades nacionales, de naciones. La civilización en su ascenso ha generado estas estructuras y aún aventurando su continuo avance, deberá contarse con ellas, no hay otra salida realista inmediata.

Esa realidad nacional, esa evidencia, esa práctica pasada transmitida por generaciones y presente en la vida cotidiana de la gente, se adhiere en la conciencia individual con más o menos claridad, con mayor o menor conocimiento, con más o menos consecuencias para el conjunto social y político. Y es eso lo que podemos denominar con toda propiedad, conciencia nacional: el profundo convencimiento de los habitantes que pertenecen a una sociedad y no a otra, a una nación, de contribuir con su trabajo a una colectividad cuando menos nacional, el sufragar con su esfuerzo un mayor beneficio general de su nación, el de alegrarse por el mérito de su país en cualquier terreno de la actividad humana.

Puede decirse que, en general, cualquier persona se siente más orgullosa por la mejora de la especie en la que su entidad nacional haya participado. ¿Cómo se percibe y concreta esa realidad mundial en España? Como en cualquier otra sociedad o nación, nuestras peculiaridades de desarrollo han hecho que este tema precise más aclaraciones que en otras naciones de corte “normal”. Hay un rasgo que salta a la vista, la habitual débil presencia de símbolos o nexos nacionales, la escasa contundencia de esos pronunciamientos, la poca proliferación histórica en términos modernos, de esa ideología patria hispana. Estas son posibles explicaciones:

1.- El verdadero motor de la historia humana es la imposición y control de un nuevo modo productivo que sea capaz de satisfacer las necesidades humanas más eficazmente que el anterior. Y en esta lucha se han generado las naciones y el mundo tal como hoy lo conocemos. En nuestro país, este proceso ha sido escasamente “revolucionario” en el sentido de que las clases dominantes en vez de liquidarse como tales, han optado por el “consenso”. Esto no ha sido estrictamente voluntarista, pues contiene explicaciones económicas en las que ahora no entraremos. Nunca en nuestra tierra la lucha ha sido franca y determinante -hasta el punto de que disponemos aún hoy de una batalla originada a mediados del XIX-, lo que no quiere decir que nunca llegue a serlo. En nuestro caso el resultado de tanto afán ha sido y ES el pacto, y de ahí se deriva una conciencia nacional confusa, poco desarrollada y carente de los correspondientes elementos en otros países. Por ejemplo, los escritores ingleses tienen su panteón en Westminster, materializando físicamente a las glorias de sus letras, ¿Dónde están enterrados los escritores clásicos españoles?. Y así con muchas otras cosas.

2.- La etapa franquista, al humillar a la sociedad, deslegitimó al mismo tiempo la simbología de la patria, de la nación, de España y este fenómeno está presente aún en la conciencia colectiva. En la lucha por acabar con la opresión de la dictadura, no se percibía nítidamente la inevitable continuidad de la nación y sus símbolos, se luchaba en nombre de muchas banderas y estaba muy afectada la imagen popularmente benigna de España y la Nación. Todo esto forma parte de nuestro acervo social y político y dificulta la abierta transmisión social de nuestras necesidades sociales y políticas, a través de un claro referente nacional.

3.- En los últimos decenios, la labor emprendida con todo lujo de detalles y medios por los nacionalismos hispanos mediante un proyecto minuciosamente calculado y ayudados en mayor o menor medida y ocasión por el PSOE y el PP, ha dado evidentes frutos. Dos de sus propósitos consisten en persuadir al mayor número de ciudadanos de que con la “confederación” de España, vivirán mejor, lo que no deja de ser cierto pues, siendo una actitud social egoísta, es exacta y posible. Complementariamente tratan de destruir la unidad “ideológica” nacional, denigrar sus símbolos, ocultar su realidad, resaltar su “antigüedad”, destacar la “modernidad”, a la vez que ennoblecen cualquier discurso encaminado a prestigiar los rincones, las lenguas, los folklores, las gastronomías locales y cualquier otro pretexto real o inventado, a tal fin dirigido. Todos estos factores sin embargo, no pueden impedir ni la existencia ni el peso de lo que la historia ha forjado y que ya Napoleón no apreció debidamente en nuestro suelo, pues el Estado y sus instituciones son elaboracionnes de la sociedad, pero la sociedad no es sólo, sino mucho más, que el Estado y sus instituciones.

En la actualidad cualquier español sabe -aunque no esté suficientemente explicitado por los políticos-, que pertenece a una nación y que vive bajo la protección de una configuración nacional porque nuestra cultura, -en el sentido de sistematizar las relaciones con el medio- y la conciencia social, así lo ha vivido, así lo ha recibido y verificado, y así se verá en los próximos acontecimientos políticos y sociales españoles. Lo que nos traemos entre manos es que en España quieren asaltar los recursos comunes unos pocos. Y por muy fino que sea su discurso y muy bien ordenada su gramática, la conciencia nacional española existe y lo saben perfectamente los nacionalistas y los traidores del gobierno, que se dedican con denuedo a atacarla, a quebrar eso que llaman "nacionalismo español" y que no es más que un conocimiento que les estorba.

Contra la historia y las fuerzas sociales forjadas en la misma, es imposible ganar y mucho menos en nombre de "conciencias nacionalistas" pequeñas, miserables, egoístas y fuera de tiempo y lugar. Si la sociedad española se rebela o resiste en el nombre de España, con la bandera nacional y con el ¡Viva España!, no hay porque extrañarse pues sería lo más lógico desde el punto de vista histórico y político. ¿En nombre de qué otra cosa puede hacerlo?

Agosto 2006