martes, 12 de agosto de 2008

La cosa está que arde

Los acontecimientos político-sociales en España se han precipitado de tal modo que se han corregido y perfeccionado las explicaciones “tradicionales” de los mismos en función de las observaciones y subsecuentes confirmaciones. Hemos llegado a poner en cuestión el Estado Español después de que los problemas hayan desvelado que es en esa Institución donde está el núcleo y origen de los mismos; después de confirmar que las Castas Regionales se han adueñado del Estado, después de certificar que todos los partidos políticos son uno solo con distintas caras y nombres, y después de comprobar que la Monarquía es cómplice de nuestra deriva.

Desde el punto de vista teórico, se ha desechado todo concepto o prejuicio que no se corresponda con la realidad de los hechos, como las derechas/izquierdas, liberalismo/conservadurismo, federalismo/nacionalismo, no-nacionalismo/socialismo, etc.; también la contemplación de la realidad a través del prisma de los partidos políticos cuya evolución ha desembocado en la existencia de un equipo único con variantes folklóricas, pero unidos indisolublemente en la lucha contra la Constitución y la Nación de Ciudadanos, así como declarados parásitos extractores todos ellos del vigor y la riqueza nacional.

Todo ese bagaje confuso y distorsionador ha sido arrojado por la borda del pensamiento racional cuando se ha ido verificando que la explicación de cuanto ocurre obedece a unos intereses dominantes, determinados por la aparición de castas locales en las autonomías al modo de neocaciques anclados en el dominio de su finca local. Esos intereses corresponden a unos clanes socio-políticos regionales sin adscripciones ideológicas ni partidarias aunque las reclamen para sí, como también coinciden con la casta “central”, componente también del aparato del Estado donde anidan “separatistas” españoles interesados en la destrucción Nacional impelidos por sus propios intereses egoístas.

Todos los partidos oficiales, todos los políticos y todas las instituciones estatales, forman un haz de intereses y fuerzas enemigas de la Nación y sus ciudadanos , llámense como se llamen y díganse lo que se digan, y en consecuencia la contradicción fundamental está establecida entre esos ciudadanos y el instrumento estatal usado por la conjunción de castas que los ataca. Esta situación debe nombrarse de la forma más real y sencilla posible, sin introducir factores o nombres que la distorsionan o falsifican. El pueblo se defiende de la Casta política, los ciudadanos resisten el ataque del régimen, etc. Los argumentos políticos, jurídicos, económicos e incluso éticos para una sublevación popular contra el poder político actual, ya se manejan con suficiencia por los elementos avanzados del pueblo español.

Este escenario no admite dudas en su exposición general, pero carece de una realidad ostensible: la ausencia de organizaciones y elementos políticos que puedan expresar el interés de los españoles. Tales factores aparecerán indefectiblemente sin que pueda preverse la forma, los sitios o sectores que los manifiesten y concreten. En estas situaciones, la presión de la sociedad para la reclamación de sus derechos o las protestas por sus condiciones de vida nacional, puede manifestarse en formas y tiempos imprevisibles, como ya lo ha hecho someramente con cuestiones deportivas, antiterroristas u otras.

Teniendo en cuenta que los mecanismos democráticos previstos oficialmente están desafectados, la defensa de la Nación tomará cuerpo allí donde se hayan plantado antecedentes, como diversos grupos políticos desconocidos por ahora, si son capaces de “conectarse” al proceso; o Juntas Republicanas provinciales en formación y de momento voluntariosas. Bien estas formaciones, bien otras por aparecer o descubrir, podrían encarnarse y dar homogeneidad a la lucha, pero de momento será “sin cuartel” en el doble sentido de no tener uno o varios “centros” de operaciones, y en el de no dar tregua porque el enemigo no descansa.

Una posibilidad muy real, es que en el encadenamiento de hostilidades nos invada el caos y el desconcierto extremo, y esa sería una situación donde elementos de la actual Casta, tomarían la iniciativa -si el movimiento ciudadano no ha cuajado políticamente-, para “encauzar” de acuerdo a sus intereses, el movimiento de protesta. Incluso podrían ser peticionarios de la República. Esa coyuntura, de producirse, se asemejaría a la época de la transición, pero entonces la “alternancia” en el cambio de régimen, contó con "buenos" gestores contrarios al franquismo en apariencia y con suficiente "prestigio" social para conseguirlo. Ahora no es sólo la carencia de esos “equipos” políticos con “autoridad”, es que el trabajo que vendrían a hacer -restaurar la democracia, los derechos, la educación, etc.- estaría ligado al desmantelamiento de sus propias estructuras, leyes e inercias, lo que significa que deberían negarse a sí mismos y a sus pretensiones. Y si bien en una primera fase podrían tener cierta audiencia, a medio plazo también serían puestos en la picota.