jueves, 12 de junio de 2008

No existen errores políticos sino imposiciones claras.

La sociedad española en la que nos ha tocado vivir, se ha manifestado como una inmensa estafa pública, un robo permanente a los ciudadanos que pagan peaje por el mero hecho de existir, por vivir, y cada día más y más caro.

Todo conflicto que se manifieste en los sucesivo se dará de bruces con el problema del poder político, lugar desde donde se puede arreglar el laberinto nacional español y solamente desde ahí. Y la cúspide de ese poder es el Rey, sostén último del régimen no ya corrupto y peligroso, también completamente inútil desde el punto de vista del funcionamiento “normal” de la sociedad, del desarrollo “sostenible” de España. El conflicto está llegando al paroxismo: sin Ley, sin normas, sin racionalidad, sin justicia, sin capacidad adquisitiva, sin futuro económico…el colapso y el caos se ciernen sobre la Nación española.

Las contradicciones de toda índole que se vislumbran y también las que vendrán, hunden sus raíces en la grave crisis del capitalismo mundial, que por circunstancias nacionales enseñan en nuestro país su cara más tenebrosa, irritante, irresoluble, caótica. La subida del petróleo obedece a unos intereses concretos sean cuales sean, pero esos intereses tratan por igual a un país con una fuerte estructura de transportes, que a otra como el español donde sus configuración, con motivo de esa subida de precios, ha dejado unas 250.000 personas sin utilidad pública y en la calle, sea cual sea el resultado de esta huelga de transportistas.

Este tema se ha combinado también con la falta de materias para transportar debido a la crisis general y particularmente a la baja de la construcción: sobran camiones o faltan mercancías, tanto da. Ese rasero de la irracionalidad capitalista en el diseño social basado en intereses particulares y no generales, está aplastando toda resistencia a su codicia acaparadora, y acabará antes con aquellos que son más vulnerables a sus embates.

España “es el eslabón más débil de la cadena” y se romperá antes que en ninguna otra parte, aunque inevitablemente otras naciones seguirán este desastroso curso. Ante el siniestro cuadro no valen parches como se puede comprender, pero las soluciones políticas no están a la vuelta de la esquina porque no existe ninguna organización oficial que las proporcione; muy al contrario, esas organizaciones, devenidas en una sola casta, no solamente han participado activamente en el advenimiento de la situación, también está interesada en mantenerla pues es en ella donde piensan que pueden seguir robando y disfrutando de su bienestar. Aquí vemos otra vez que el conflicto se establece entre la ciudadanía española interesada en mantener la Nación y sus ventajas materiales, libertarias, civilizadas, y esa costra parásita y salvaje adherida a sus espaldas que forman todos los políticos y que impide su vitalidad y desarrollo. Pero su muerte está anunciada porque es imposible continuar el parasitismo habiendo matado al huésped.

Historia

Cuando se califica de histórico un acontecimiento o proceso político, está referido más que a la cronología al “punto de inflexión”, al hito, al salto cualitativo. Este momento histórico está caracterizado por una “novedad” mundial que trata de llevar más allá que nunca en la historia, el sometimiento de los seres humanos a los caprichos, pulsiones, labores del capital. Podría considerarse como un nuevo intento a escala planetaria de lo ocurrido en la primera y segunda guerra mundial.

Ambas guerras solucionaron a bombazos incluso atómicos el reparto de intereses, materias, primas, mercados… entre las grandes potencias mundiales. En el primer caso salió “mal” porque apareció una revolución en Rusia que erigió una nación y un Estado con sus propios intereses, diferentes aunque coexistentes, con la “democracia” o el “mundo libre” término que se acuñó para aglutinar toda nación que no estuviera contaminada por el “comunismo”. Este singular hecho revolucionario y el enfrentamiento entre ambos “sistemas” tuvo entre otras consecuencias la aparición del “Estado del Bienestar” a gran escala después de acabada la segunda guerra mundial y sus benignas consecuencias para los países occidentales con el consiguiente “aparcamiento” de regímenes menos “democráticos” en el mundo “libre”; el capital se conformó con el status quo, sin duda resultado también de la presión popular en sus respectivas naciones.

En la segunda guerra mundial, causada también por ambiciones imperialistas particularmente de Alemania, nos dejó una muestra de la capacidad del capital para el sometimiento de la “mano de obra”, generando una ideología delirante basada en la pureza de raza con cuya excusa por espada se cometieron atroces matanzas. Esa ideología no era nueva, lo que resultó novedad fue tanto su concreción asesina a escala industrial, como la aceptación por gran parte de la sociedad alemana, hecho sin duda inédito en la historia moderna.

Tampoco fue exclusivo de los nazis disponer de la “aceptación social”, el “Estado degenerado soviético” realizó también enormes matanzas aunque no fue “abiertamente”, sino amparado en la ocultación y en nombre de bellos ideales heredados de su revolución. Lo que en la actualidad se muestra en el mundo y más claramente en la Península Ibérica, es una prosecución de la vieja batalla interimperialista, aunque con visos novedosos. El capital ha mantenido, potenciado y reforzado a las naciones que lo engendró como sistema dominante. Pero el capital no tiene Patria, de manera que en su desarrollo y en las condiciones generadas bajo su dominación, la forma Nacional que históricamente ha revestido y su Estado como garante general de sus intereses, basado en Leyes, Ejércitos, control social, garantía de estabilidad para sus negocios…, sólo se está reservando para los países capaces de resistir la penetración de la más extrema y profunda colonización social de las mercancías penetrando como “evangelizadoras” en una sociedad dada, aboliendo paulatinamente sus valores tradicionales o elementos y símbolos aglutinadores en las sociedades nacionales, cuyo ejemplo más acabado vive en la España actual, donde el interés gubernamental no consiste tanto en erigir nuevos valores que también, sino en utilizar otros cualesquiera para destruir los existentes, como puede verse en los ataques a la religión Católica mediante protección o promoción de otras.

De esta forma las naciones cuya potencia general siguen siendo garantía para negocios y salvaguarda de sus multinacionales, se afanan en proteger a su nación, casos de Alemania, Francia, Inglaterra, USA…y también las emergentes como Rusia, China, India…cuyos dirigentes contemplan como inevitable y necesario la “cohesión” nacional; por el contrario, aquellos otros que no han logrado en el curso de su desarrollo una configuración adecuada para mantenerse de pie frente a la invasión de la mercancía, sucumben a la penetración de multinacionales extranjeras ¡o propias!, que entienden mucho más favorable a sus intereses la desintegración de una Nación dada. Es el caso de España, Bolivia, Italia… y algunos países del este europeo, meras nominaciones nacionales para una colonia de explotadores, sea de sus materias primas, de su mano de obra, de sus mercados…o de todo a la vez.

Política.

En la actualidad no hay alternativa política montada en España, nadie tiene ningún interés en resolver la situación cuando no buscada sobrevenida; los únicos interesados son sus habitantes, sus ciudadanos. Se puede hablar de una clase política española única, repartida por territorios, partidos o nombres, pero desinteresados absolutamente por las cuestiones públicas dado que se dedican a lo suyo exclusivamente y aprovechando que “el mundo se hunde”.

En la legislatura anterior todavía pudo apreciarse una cierta resistencia a los nazis por parte del PP, que directa o indirectamente convocó o se adhirió a manifestaciones de carácter político, o de la AVT u otros colectivos. Esa fase parece agotada tanto por la voluntad o desistimiento de sus convocantes, como por el aturdimiento político de la sociedad que no acaba de entender lo que ocurre desde el punto de vista de la política ni ve salidas conocidas, aunque su consecuencia paralela se tramita con la creciente convicción de que los políticos son sus enemigos nacionales.

La Iglesia tampoco parece dispuesta a batirse abiertamente en pos de sus intereses, prefiere esperar y ver por dónde se desarrollan los acontecimientos, pues bastante tiene con defenderse de los continuos ataques de sus competidores en la conquista de “almas” con destino incierto. En estas condiciones el interés por la política oficial cede paso a cuestiones más prosaicas y sociales como la preocupación por el empleo y el mantenimiento de una calidad de vida de la mayoría popular degradándose a marchas forzadas.

Parece inevitable una etapa de continuas explosiones sociales, donde el caos, la incertidumbre, el desconcierto o la parálisis de todo tipo cuando menos, se apoderará de la Nación en su conjunto. Pero eso lleva asociado la aparición de disturbios, manifestaciones, luchas, enfrentamientos, como acabamos de presenciar con el tema de los transportes y otros. Esta es la tónica previsible, hasta ver la aparición de otras perspectivas tanto sociales como políticas que necesariamente aparecerán bien pronto.

En este punto hay que tirar a la basura definitivamente la canción de las nacionalidades, las autonomías y otras mandangas reaccionarias por inexistentes como el cuento mandarín del “centro-izquierda” o el liberalismo-progresista, el viaje al centro del PP, así como el laicismo de verdaderos curas sudorosos de chiste. A tal respecto, y con la perspectiva del tiempo, el intento de aglutinar una fuerza ciudadana en el partido C’s fue también el último, no habrá más porque no se reúnen ya condiciones favorables ni la experiencia ha dejado de enseñar que los enemigos de los ciudadanos impedirán por todos sus medios la formación de nuevos partidos con esas características de “votantes impacientes”; eso ya no es posible. Si algo dejó claro aquel ejercicio partidario, fueron dos cosas: a) Los neonazis son mucho más expertos y con más medios que los ciudadanos en las cuestiones organizativas. b) La media de capacidad ciudadana, tanto en conciencia como en eficacia, no alcanzó ni una “masa crítica” ni la posibilidad de quedarse con ese partido que había montado esa ciudadanía.

Pero si con el entusiasmo no fue suficiente, si que incapacitó a los traidores de salirse con la suya: esta es la explicación política del abandono masivo de sus afiliados. En ese sentido se puede decir que todo lo englobado bajo el término zanahorio, fue implícitamente la vanguardia triunfante del fracaso neonazi con sus interpuestos amigos en C’s. La insistencia de algunos en “democratizar UPD” es una tarea entre ingenua y envolvente; mayor provecho sacarían si lograran montar un grupo autónomo si se ven capaces, que andar implorando democracia a unos pájaros que saben perfectamente lo que quieren y cómo conseguirlo.

Las súplicas de que “cambien” están basadas en la ilusión que a fuer de pertinaz cobra sospecha de perversamente interesada; eso que los dirigentes están en un “error” tiene su correspondencia en considerar una equivocación la política neonazi que se aplica en nuestro país: ya lo dijo Rajoy y ya vemos dónde se encuentra hoy. Aquí no hay errores que valgan, hay cálculos y planes para esclavizarnos y la cuestión a resolver es cómo lo solucionamos por nuestros propios medios, y no con ayuda de ninguna Virgen ni santa ni laica, y menos aún laicista quita-crucifijos aliada con IU y ERC.

C. Brú
12/06/08

No hay comentarios: