miércoles, 9 de julio de 2008

El liberalismo español de Marx

Con el panorama nacional despejado de dudas, el horizonte es más claro aún que hace un año. Entre otras cuestiones, por entonces no estaba pulido el papel del principal partido de la oposición y hoy es notoria su adscripción oficial al rumbo del nazismo hispano abanderado por el PSOE. El mecanismo del proyecto neonazi del izquierdismo nacional ha sido desvelado por los hechos y presentado en sociedad de manera fehaciente por sus impulsores; hoy sabemos que no se trata sólo de un golpe de Estado por fases, de una subversión constitucional en los hechos, o de un asalto a los fundamentos políticos de España, también se observa, constata y sufre, un intento delirante de transformación social por parte de la casta política española compuesta por virreyes regionales con mando en la Moncloa.

Desde el punto de vista de su forma, aunque no exactamente de sus contenidos, esta situación ha sido vivida por la Nación Española con motivo de la invasión Napoleónica y las circunstancias que rodearon a la Guerra de la Independencia. Carlos Marx, agudo observador de nuestras cuitas a la sazón, dejó crónicas de aquellos acontecimientos que contienen interesantes lecciones para la actualidad española. Marx profesó además su simpatía por la causa liberal-progresista en la España decimonónica De sus numerosos textos recogidos en el libro “Revolución en España” (Ariel, 1970), prologado por Manuel Sacristán, comentamos el siguiente párrafo de unos de los artículos publicados en la prensa de la época.:

(Se refiere el autor a las Juntas revolucionarias montadas en España para arrojar del país al invasor, ante la ausencia de estructuras políticas nacionales a partir de 1808.)

“…Hay dos circunstancias relacionadas con estas juntas: una es muestra del bajo nivel del pueblo en la época de su alzamiento, mientras que la otra iba en menoscabo del progreso de la revolución. Las juntas (provinciales) fueron elegidas por sufragio universal; pero «el celo de las clases bajas se manifestó en la obediencia». Generalmente elegían solo a sus superiores naturales: nobles y personas de calidad de la provincia, respaldados por el clero, y rara vez a personalidades de la clase media. El pueblo era tan consciente de su debilidad que limitaba su iniciativa a obligar a las clases altas a la resistencia al invasor sin pretender participar en la dirección de esta resistencia. En Sevilla, por ejemplo, «el pueblo se preocupó, ante todo, de que el clero parroquial y los superiores de los conventos se reunieran para la elección de la Junta». Así, las juntas se vieron llenas de gentes elegidas en virtud de la posición ocupada antes por ellas y muy distantes de ser jefes revolucionarios. Por otra parte, al detener su elección en estas autoridades, el pueblo no pensó en limitar sus atribuciones ni en fijar término a su gestión. Naturalmente, las juntas solo se preocuparon de ampliar las unas y de perpetuar la otra. Y así, estas primeras creaciones del impulso popular, surgidas en los comienzos mismos de la revolución, siguieron siendo durante todo su curso otros tantos diques de contención de la corriente revolucionaria cuando esta amenazaba desbordarse.»…” («New York Daily Tribune» 25-9-1854)."

Mayor analogía no cabe en la explicación de los recientes acontecimientos partidarios españoles. Tanto en el curso del fenecido Ciutadans y sus conflictos internos, como en este reciente y sin acabar del PP, se observan las dos “circunstancias”. Por una parte la “debilidad” del movimiento elige a los representantes “naturales”, incapaz de ir más allá y poner a los suyos propios como se empieza a exigir hoy en día por doquier. Por otro lado, la “obediencia” inicial, deja paso a la “insubordinación” de las bases. Pero a diferencia de hace un año en Ciutadans, la protesta en el partido marianista por la no aparición de actas y ponencias del reciente congreso frustradamente búlgaro del PP, no ha tenido que esperar tanto, la reacción está siendo inmediata.

Es el curso de acontecimientos revolucionarios como el actual: la ciudadanía empieza tomando conciencia de los problemas y acaba participando directamente en la solución de los mismos, sin intermediarios insolventes en general o amigos de sus enemigos con mucha frecuencia. Y llega un momento en ese proceso que la “obediencia” desaparece, no hay nada ni nadie a quién obedecer y es sólo la necesidad de participación directa obligados por las circunstancias la que se contempla en el horizonte, aunque ese aprendizaje sólo lo puede adquirir la población en general mediante la práctica política en la lucha diaria.

En las aulas de esa escuela nos encontramos y este año no hay vacaciones.

Bernard Pavel

Publicado por Ciudadano en la Red
http://ciudadanosenlared.blogspot.com/2008/07/el-liberalismo-espaol-de-marx.html

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El mismo fenómeno puede verse en otras partes como en UPD.

Saludos

Enrique Suárez dijo...

Las fuerzas políticas convergen en un mismo frente y las ciudadanas en otro que se le opone. Rotos los puentes, se establece la frontera.